Inti Raymi, un legado inca que ha llegado a nuestros días
Perú es un país con una riqueza cultural fascinante, orgullo de sus gentes y atrayente para todo aquel que se lanza a descubrir este asombroso lugar. En él quedaron fusionadas tradiciones nativas de los pueblos que habitaban este territorio y de los conquistadores hispánicos que recalaron allí. De esta mezcla surgió la viva cultura peruana que conocemos hoy en día, una herencia en la que la religión y las raíces indígenas están siempre muy presentes, unificadas hasta tal punto que se han convertido en pilares fundamentales de la forma de vivir de los peruanos.
Con el paso de los años, los habitantes de Perú han sabido transmitir a la perfección estas enseñanzas de generación en generación, manteniendo así latente el legado de una cultura milenaria. Las festividades y celebraciones que tienen lugar en el país a lo largo del año son buena muestra de ello, observando en ellas infinidad de símbolos precolombinos y rituales.
Dedicando este post en especial a estas costumbres peruanas, te invitamos a que conozcas la más interesante, importante e histórica de todas en esta región: el legendario Inti Raymi, símbolo por antonomasia de la tradición inca que ha sobrevivido hasta nuestros días.
Un legado inca que subsiste
Para comenzar, Inti Raymi son dos palabras que, en quechua, significan ‘Fiesta del Sol’. Tal es la magnitud de esta tradición que es considerada la más antigua y conocida de los Andes peruanos, con la que se busca homenajear a sus ancestros precolombinos, echar la vista al pasado, dejar a un lado las creencias actuales y entregarse a la magia y el misticismo.
Inti Raymi es una celebración de nueve días que tiene lugar en el solsticio de invierno sudamericano, en el mes de junio. Su lugar de referencia es la ciudad de Cusco y, como se hiciera antiguamente, tiene como finalidad adorar al dios del sol inca. Coloridos disfraces adornan estos días festivos, incluyendo muchos brillantes, adornos de oro y plata y plumas que dignifican la cercanía con los dioses precolombinos. La música festiva y banquetes de gran opulencia tienen también un sitio primordial durante el Inti Raymi, en concreto, el Chiriuchu, un plato típico de estos días que se come frío y que es elaborado a base de nueve ingredientes: Cancha (maíz crujiente), queso fresco, conejillo de indias, gallina, chalona (un tipo de cecina), alga seca, arepa, rocoto (condimento picante) y zanahoria.
Sin embargo, toda la esencia de esta festividad reside en la recreación histórica de los antiguos rituales incas, con los que verdaderamente entrarás en contacto con esta bella costumbre.
Cada 24 de junio, desde por la mañana, este viaje al pasado comienza en el templo del sol Qoricancha, donde varios actores interpretan las ceremonias de apertura por parte de los incas en honor al sol. Mientras que en la explanada del templo diferentes danzas regionales peruanas tienen lugar, los actores prosiguen con su representación de las figuras de la realeza inca. Los más importantes en esta celebración son el Sapa Inca (Rey Sol) y su esposa. Después de que este pronuncie una oración tradicional en alabanza al sol, es llevado en procesión sobre su trono a Sacsayhuaman, una antigua fortaleza ubicada en las colinas que dominan Cusco.
Por el camino, en la plaza principal de la ciudad, aguarda otra parte fundamental de la celebración, pues ahí se encontrarán los dos mundos, el inca y el actual. El Sapa Inca y el alcalde de Cusco establecen una breve conversación, tras la cual tienen lugar unas ofrendas con las que prosigue la ceremonia.
Hasta llegar a Sacsayhuaman, otros actores que juegan los papeles de sacerdotes o nobles incas constituyen la congregación que sigue al Rey Sol hasta la etapa final de la procesión. En su camino, varios grupos de mujeres barren el suelo de flores por el que transcurre el cortejo para mantenerlo libre de malos espíritus hasta llegar a la antigua fortaleza. Una vez allí, tiene lugar el momento culmen del Inti Raymi, donde el Sapa Inca pronuncia un mensaje final a modo de oración.
La historia de una festividad milenaria
El sol (o Inti, como era llamado por los incas) era uno de los dioses más importantes para aquella civilización. En su afán por complacer a sus deidades, con vistas a que les proveyeran de tierras fértiles, sol y protección, entre otras cosas, los incas construyeron templos cada vez más cerca del sol y celebraban festivales como tributo al astro rey. Así surgió el Inti Raymi.
La primera celebración de la ‘Fiesta del Sol’ fue en 1412, manteniendo hasta hoy su fecha en el mes de junio, en conjunción con el solsticio de invierno sudamericano. Por entonces, multitud de devotos provenientes de las cuatro regiones del Imperio Inca descendían hasta Cusco para asistir a la ceremonia en la que, mediante rituales grandilocuentes, se alababa al sol. Al igual que en la actualidad, este festival tenía lugar en Haukaypata, la plaza principal del Cusco. En total, eran cuatro las ceremonias que se realizaban en este emplazamiento durante el período de los incas, siendo el Inti Raymi la más importante de todas.
Según marcaba la tradición, a este festival le debían preceder tres día de purificación y ayuno, abasteciéndose la gente solo a base de agua, maíz crudo y chúcam. Esto era muestra del temor de los antiguos incas hacia la escasez de sol durante el invierno. Pasado el tercer día de ayuno, entre lujosos banquetes, coloridas danzas y procesiones, los incas honraban al sol. Descalzos, en la plaza principal de Cusco, a medida que el sol se elevaba en el cielo, la gente se agachaba y lanzaba besos hacia esta estrella de fuego en señal de respeto y brindaba en honor a sus dioses y sus gobernantes. El acto culminaba con el sacrificio de llamas (y, en ocasiones, de niños) en el templo del Coricancha, como ofrenda a la Pachamama (Madre Tierra) para asegurar una cosecha abundante.
Sin embargo, la llegada de los españoles y la imposición del cristianismo en el siglo XVI tachó a la civilización inca y sus creencias como paganos, por lo que los colonizadores prohibieron todo tipo de prácticas y festividades en honor a los dioses del imperio. El último Inti Raymi antiguo fue en 1535, aunque la ceremonia resistió en la clandestinidad durante siglos. Aquella prohibición terminó en 1944, cuando el gobierno de Perú, la iglesia y, en especial, el escritor, actor y director quechua Faustino Espinoza (indígena de la región andina) recuperaron la costumbre de celebrar el Inti Raymi en Cusco a la antigua usanza. Eso sí, hubo alguna que otra pincelada para adaptar la festividad a nuestros días. Así pues, a esta ceremonia, orgullo y seña de identidad del pueblo inca, se le introdujeron algunos toques modernos, dando lugar al festival que conocemos hoy en día, el segundo más grande de América del Sur, solo por detrás del carnaval de Río de Janeiro.