Hay un Estados Unidos que no aparece en las guías habituales. Uno que no está iluminado por los focos de las grandes ciudades ni recorridos por caravanas de turistas. Uno que no presume, pero que enamora. Es el Estados Unidos de los márgenes, de los caminos secundarios, del silencio de los bosques y del olor del mar cuando aún no hay nadie en la playa. Es ese país profundo entre acantilados, viñedos y pueblos de montaña donde los paisajes se mezclan con las personas, y las travesías se convierten en algo íntimo, pausado y real.
Porque más allá de Nueva York o Los Ángeles, más allá del Gran Cañón o las luces de Las Vegas, hay rincones que invitan a mirar de otra manera, a viajar lento, y a conectar con la esencia de un país tan inmenso como variado. Lugares donde el Duende se esconde en un sencillo día a día, en una carretera que serpentea entre secuoyas, o en el sonido del viento al llegar a lo alto de una colina. En Planes con Duende nos gusta proponerte caminos menos transitados por el territorio estadounidense, pero profundamente memorables.
Oregón más allá de Portland
Portland tiene fama de moderna, alternativa y vibrante… ¡Y lo es! Pero el verdadero Duende de Oregón está un poco más allá, en su salvaje litoral y sus carreteras que bordean el Pacífico. Desde Cannon Beach, con sus icónicas formaciones rocosas y nieblas que lo envuelven todo como en una postal melancólica, hasta Astoria, con su aire marinero y su historia de frontera, este tramo del noroeste estadounidense es una invitación constante a detenerse.
En lugares como Yachats, el mar ruge con fuerza contra los acantilados negros mientras un grupo de focas toma el sol. Aquí no verás grandes resorts ni calles abarrotadas. Solo caminos con curvas suaves, cafés familiares donde huele a pan recién hecho, y pequeños faros blancos que se aferran a las rocas. La ruta 101 es perfecta para recorrerla en coche de forma totalmente pausada: parar donde te llamen las vistas, bajar a la playa por una escalera de madera, ver ballenas desde un mirador, perderse entre senderos… Y, en medio de todo, bosques que parecen no terminar nunca, con árboles cubiertos de musgo y riachuelos que te acompañan. Esta zona rebosa paisajes que te abrazan. Por eso el viaje se convierte en una experiencia sensorial que mezcla el salitre, la brisa, el verde profundo y la madera.

El Norte de California entre vino, bosque y vida bohemia
Al norte de San Francisco, cuando las caravanas turísticas se desvían hacia Napa, comienza otro tipo de viaje. Más silencioso. Más auténtico. Tomando esa ruta alternativa se llega a Mendocino y Sonoma, dos regiones donde la vida gira en torno a los viñedos, las artes y la naturaleza. Mendocino, con sus casitas de madera y vistas dramáticas al océano, parece salida de un libro de acuarelas. En este pequeño pueblo costero se respira arte, comunidad y serenidad. Las galerías conviven con talleres de cerámica, los mercados son de productores locales y los alojamientos son refugios con chimeneas, vistas al bosque y desayunos caseros que saben a hogar.



Y más hacia el interior, Sonoma ofrece una versión más relajada y consciente del enoturismo. Viñedos ecológicos, bodegas familiares y experiencias que giran en torno a la tierra y su cuidado. Puedes probar vinos rodeado de olivos, caminar entre hileras de vides mientras te explican cómo se respeta el ciclo natural, o participar en una cata.



Ahora bien, lo que da sentido al norte de California es la mezcla de naturaleza y creatividad. Hay bosques donde hacer rutas a pie o en bici, playas solitarias para contemplar atardeceres y pueblos que parecen no haber cambiado en décadas. Todo huele a campo, a arte y a ese Estados Unidos más libre y bohemio que pocas veces sale en los mapas, pero que deja huella.
Pueblos de montaña en Colorado e Idaho
En lo alto de las Montañas Rocosas, hay lugares que parecen guardados solo para los que saben mirar. Pagosa Springs en Colorado, por ejemplo, no es solo un pueblo pintoresco. Se trata de un punto de encuentro entre la naturaleza y el bienestar. Sus aguas termales al aire libre son famosas, pero lo verdaderamente especial es poder sumergirse en ellas con vistas a las montañas nevadas. En los alrededores, senderos para caminar en verano y pistas de esquí en invierno hacen de este rincón un destino perfecto para todas las estaciones.



Más al norte, ya en Idaho, el pequeño pueblo de Stanley parece haberse detenido en el tiempo. Rodeado por los Sawtooth Mountains, sus calles de tierra, sus casas de madera y sus cafés donde todo el mundo se conoce, crean una atmósfera realmente auténtica. Desde aquí, se abren decenas de rutas para explorar a pie o en canoa. Y si lo que buscas es respirar aire puro, sin ruido, sin prisa, este puede ser uno de los mejores rincones de todo Estados Unidos.



Salida, también en Colorado, es otra joya. Un pueblo de artistas, aventureros y soñadores que encontraron entre montañas su lugar en el mundo. Aquí puedes caminar junto al río Arkansas, asistir a conciertos en pequeñas plazas, visitar estudios abiertos al público o, simplemente, dejarte llevar por un ritmo de vida pausado. Es en sitios así donde uno entiende que viajar no siempre es moverse mucho, sino mirar con otros ojos.



Estados Unidos es un país de contrastes extremos. Pero en los rincones menos transitados, esos que no salen en los itinerarios más comunes, hay una belleza sin artificios. Cada lugar de los mencionados, al igual que otros muchos, tiene una historia que contar, una atmósfera que se queda contigo mucho después de haber vuelto a casa. Descubrir el Duende viajando es precisamente eso; encontrar la esencia de los lugares. Es tomarse el tiempo de escuchar, de sentir, de perderse… Solo por el placer de descubrir. Así que si alguna vez te preguntaste qué hay más allá de las grandes rutas, este Estados Unidos alternativo está esperándote. Y créenos… ¡Este lado más desconocido tiene mucho que contar!