La costa de Dalmacia en Croacia alberga muchos lugares con encanto, aunque si hay uno que puede presumir de historia es Split, que precisamente es la capital de la región dálmata. Y es que sus calles y paredes han presenciado tanto que, a falta de sus testimonios, mejor que conozcas de primera mano este museo al aire libre perfectamente conservado.
Adentrarse entre las murallas de Split es sinónimo de viajar al pasado. Más concretamente, a la época de la Antigua Roma, que tanto caló en esta ciudad a orillas del Mar Adriático. En una atmósfera envidiable, Split ha sabido compaginar a la perfección su legado histórico con los tiempos contemporáneos. La fachada de un palacio romano junto a una vivienda en la que hay ropa tendida, con antenas de televisión en los tejados y un restaurante en la parte baja, mientras de fondo suena algún tipo de música tradicional. Así es Split. Y en esa fusión tan extraordinaria está su Duende. La esencia de un lugar único, con su encanto actual y su importancia histórica; todo ello lo reúne una ciudad que además ha sabido preservar el patrimonio cultural de la época medieval y romana.
Visita Split con calma y disfruta de todo lo que puede ofrecerte. Más que una clase de historia, lo que vivirás es una sensación enriquecedora al situarte en un lugar de suma importancia siglos atrás y que tiene a un antiguo emperador como gran protagonista y centro de todo: Cayo Aurelio Valerio Diocleciano Augusto, más conocido simplemente como Diocleciano.
El personaje más importante de Split
Con este título te adelantamos ya lo que supone la figura de Diocleciano para Split, incluso podemos afirmar que, de no ser por él, la ciudad tal vez no existiría actualmente. Fue un emperador romano del siglo IV que nació en Solana, provincia romana de Dalmacia, que hoy en día se encuentra a las afueras de Split. Su familia no se encontraba entre los altos estamentos, por lo que tuvo que ir ascendiendo en los escalafones hasta encumbrarse como la máxima autoridad romana.
Cuando el Imperio andaba en horas bajas y cundía la anarquía, Diocleciano revolucionó la organización estatal dividiendo el poder, de manera que este fuera repartido entre varias personas capaces para un mejor funcionamiento del Imperio. Y así fue. Es más, esta forma de gobierno perduraría hasta el Imperio bizantino, teniendo sus raíces en este emperador romano que, por otra parte, fue muy conocido por ser un fuerte perseguidor de los cristianos, a los que sometió a auténticas masacres durante su mandato.
Los días de Diocleciano como emperador del Imperio terminaron después de que abdicara voluntariamente. Tras ello, en busca de descanso, siempre tuvo claro el lugar al que iría a retirarse. No podía ser otro que su tierra natal, donde dejó construida su residencia de verano, alrededor de la que, con el tiempo, surgió una ciudadela formada por angostas callejuelas entre las que se levantarían palacios góticos y renacentistas.
El epicentro de todo lo que se iba erigiendo no dejaba de ser ese palacio del que Diocleciano disfrutó tras su retiro, una auténtica joya que acabó siendo posteriormente el eje de una ciudad entera, la que siglos más adelante pasó a llamarse Split.
La herencia romana de Split
Un palacio convertido en ciudad. Una ciudad levantada en torno a un palacio. Lo definas como lo definas, queda claro que el legado de Diocleciano ha influido enormemente en Split. Un simple paseo por sus calles te ayudará a entender la historia que estas guardan y la importancia que tuvo la ciudad para el Imperio Romano. Además, gracias a la fortificación del palacio frente al mar, la ciudad se ha mantenido perfectamente conservada a lo largo del tiempo.
Adéntrate en Split a través de alguna de sus cuatro entradas principales: la Puerta de Oro, la Puerta de Plata, la Puerta de Hierro o la Puerta Aenea, todas ellas de época romana, que dan acceso al interior del Palacio de Diocleciano. Una vez cruces sus muros te parecerá que has cambiado de siglo y retrocedido en el tiempo, quedando a la vez asombrado por lo intacta que se mantiene la estructura del palacio en la actualidad.
Ahora sí, ya estás dentro de la residencia de Diocleciano, uno de los monumentos mejor conservados de la Antigua Roma a nivel mundial. Su construcción data del siglo IV y duró alrededor de diez años. Se trata de una villa de lujo a la que el emperador se retiraba en verano y tras su abdicación, donde también celebraba ceremonias gubernamentales y actos religiosos. El palacio en sí está construido con piedra caliza blanca y mármol de la cercana isla de Brac, los mejores de la región, así como de granito que los romanos trajeron desde Egipto.
Entre las partes más emblemáticas del Palacio de Diocleciano encontrarás el vestíbulo, el Templo de Júpiter, las subestructuras y el Peristilo. Este último es el corazón del templo y, prácticamente, de la ciudad. Al encontrarse en la intersección de calles principales del centro histórico de Split, el Peristilo tiene a su alrededor algunos de los lugares de interés más destacados de la ciudad como el balcón del antiguo emperador, la Catedral o la Esfinge, sirviendo además como un hermoso teatro al aire libre donde los locales actúan y dan conciertos, convirtiéndose en un enclave vital de la vida cotidiana de Split.
Como paradoja, la Catedral que se encuentra en torno al Palacio de Diocleciano fue levantada en el siglo VII por los primeros cristianos de la región sobre el Mausoleo del emperador que tanto persiguió al cristianismo durante la época romana. Se trata de una Catedral pequeña, aunque con un hermoso interior y una apariencia grandiosa desde fuera, con un campanario que combina varios estilos arquitectónicos. San Domnio y San Anastasio, mártires ejecutados en la cercana Solín, ocupan un lugar de honor en este templo.
Aunque más allá de su cultura y herencia romana, existe otra forma de sentir el casco antiguo de Split. Su esencia más auténtica la desprenden sus mercadillos ambulantes y el ambiente escénico de sus calles, donde bailarines y músicos tradicionales amenizarán tus paseos. Entre edificios medievales y callejones estrechos disfrutarás de una Split muy viva, con rincones pintorescos como la Plaza de la República. Esta placita, que imita a la de San Marco de Venecia, aunque de columnas rojizas, es el lugar ideal para tomarse un café y contemplar su alrededor.
Las extensas ruinas de Salona
La que fuera cuna del emperador Diocleciano hoy en día tiene el nombre de Solín, localización a las afueras de Split que tiene el reconocimiento de ser el monumento de la época antigua más grande de Croacia. Tan conectada está la historia de este lugar con el presente que, si actualmente Split es la capital de Dalmacia, Salona fue también en su día la capital de la provincia romana de Dalmacia. Fue además una de las ciudades más grandes e importantes del Imperio romano, pues servía como punto de paso entre las rutas marítimas y terrestres del antiguo Mare Nostrum.
El esplendor que en la Antigüedad tuvo Salona se deja ver hoy en día gracias a su asentamiento romano del siglo II a. C., un conjunto imponente de restos romanos que atestiguan el tamaño y la prosperidad que tuvo la urbe. Murallas con torres de puertas de arena, un foro con templos, un teatro, un anfiteatro, termas o partes de iglesias paleocristianas episcopalianas en los cementerios componen este extraordinario conjunto arqueológico que te hará experimentar una emoción única al recorrerlos.
Porque si hay algo que por descontado te ofrecerá Split y la antigua Salona es la sensación de sentirte totalmente inmerso en la cultura e historia de esta ciudad que tanto y en tan buen estado ha heredado de la Antigua Roma. Es más, calificar como interesante todo lo que engloba este sitio se queda corto. ¡Más bien diríamos fascinante!
La ciudad de Split debe ser una de tus visitas imprescindibles en el recorrido por la costa dálmata. Un viaje en el tiempo que te lleva directamente a la época romana, siguiendo las huellas de Diocleciano. Paseando por sus calles, contemplando sus ruinas o simplemente adentrándote en la propia ciudad sentirás que te embriaga esa indescriptible sensación de sentir el contacto con la historia; una historia que ha sabido fundirse a la perfección con el presente.