Isla Mauricio no es solo un paraíso de playas turquesa y vegetación exuberante. Es, sobre todo, una isla mestiza; un punto en el mapa donde durante siglos han confluido culturas, religiones, lenguas y sabores. Aquí, en medio del Índico, se ha tejido una identidad única: la identidad mauriciana, que no pertenece a una sola raíz, sino que nace del encuentro.
Indios, africanos, europeos, chinos, criollos… Todos han dejado su huella y, a la vez, todos han construido juntos un país donde la diversidad no es solo una característica, sino una forma de ser. Y es que Mauricio no es multicultural por casualidad, sino por vocación. Por eso, recorrer esta isla es emprender un viaje al corazón de esa mezcla viva, que se respira en cada esquina, se celebra en cada festival y se saborea en cada plato. Así que este no es un viaje para ver. Es un viaje para sentir, para escuchar, para comprender que el mestizaje es riqueza; un lujo que no se encuentra en todos los paraísos.
Mauricio no se entiende sin su mezcla
Para entender Mauricio hay que pasear por la isla sin prisa. Dejar que los sentidos hagan el trabajo. Y enseguida de darás cuenta de que este lugar no se parece a ningún otro. Porque aquí, lo que parece imposible en otros rincones del mundo, se da con una naturalidad asombrosa. Por ejemplo, en un mismo día puedes ver a mujeres tamiles con saris de colores brillantes entrando a un templo hindú, a hombres con kufi rezando en una mezquita, a niños chinos celebrando el Año Nuevo Lunar con dragones de papel o a una familia criolla cocinando un rougaille en el patio mientras suena una segá en la radio.
Todos son mauricianos y todos conviven. Porque en esta isla la mezcla no se percibe como una excepción, sino como la norma. Se oyen varios idiomas, se huelen especias distintas en cada calle, se ven templos, iglesias, pagodas y mezquitas compartiendo el mismo cielo… Además, cuando caminas por barrios como Triolet, Rose Hill o Mahébourg, te das cuenta de que la calle es un reflejo de un país que ha aprendido a vivir sumando. Quizá por eso el pueblo mauriciano es tan hospitalario, tan abierto. Porque su historia es una historia de encuentros.

Rituales, festivales y templos vivos
Mauricio vibra con sus tradiciones. Aquí la espiritualidad no está encerrada entre muros, sino que sale a la calle, se celebra en comunidad, se llena de color, música y fuego. Y si te acercas, puedes ser parte de algo realmente especial. Uno de los rituales más impactantes es el Maha Shivaratri, una peregrinación hindú que cada año llena de devotos las carreteras de la isla, caminando hasta el lago sagrado de Grand Bassin. Es un momento poderoso, de fe profunda. El lago, rodeado de estatuas colosales y templos, se convierte en un centro de energía colectiva. La gente camina descalza, canta y lleva ofrendas.
También están las celebraciones tamiles, como el Cavadee, donde se hacen ofrendas y ritos de purificación que incluyen incluso perforaciones corporales. No es un espectáculo, es un acto de entrega. Verlo en directo conmueve, aunque no entiendas cada símbolo, porque se siente la intensidad de quienes lo viven. La comunidad musulmana también tiene sus festividades, como el Eid o el Ramadán, y es habitual que inviten a sus vecinos (sean o no musulmanes) a compartir una comida especial. Lo mismo ocurre con el Año Nuevo Chino. Y mientras tanto, las iglesias católicas, herencia del pasado colonial, siguen activas y llenas durante las misas dominicales. En muchas zonas rurales, como en Rodrigues o en pueblos del sur, la fe cristiana se mezcla con costumbres africanas o criollas, creando celebraciones únicas.



Lo mejor de todo es que estas religiones no compiten entre sí. Más bien, se saludan. Se respetan. Y a veces, incluso, se celebran juntas. En una misma familia puede haber influencias de varias tradiciones, lo que demuestra que, en Mauricio, la espiritualidad no es homogénea, pero sí profunda.
Historias cruzadas en Mauricio
La historia de Mauricio es una trama de rutas, de migraciones, de encuentros y desencuentros. Y para entenderla, hay que escucharla desde muchas voces. Algunas están en los museos. Otras, en las calles. Y muchas, en las personas que te cruzas por el camino. Uno de los lugares más importantes es el Aapravasi Ghat, en Port Louis. Allí llegaron miles de trabajadores contratados desde la India, tras la abolición de la esclavitud. Fue el inicio del sistema de trabajo, y muchos de los actuales mauricianos descienden de esos hombres y mujeres. El museo no es grande, pero tiene una fuerza simbólica enorme. También es recomendable visitar el Museo de la Esclavitud en Le Morne, una zona donde muchos esclavos se refugiaron antes de ser liberados. Hoy es un lugar de memoria, pero también de esperanza. Porque en Mauricio, el pasado no se olvida, pero se transforma en aprendizaje.



Aun así, las historias más impactantes no siempre están en vitrinas. Están en las voces. En el pescador que te cuenta cómo su abuelo llegó desde Madagascar. O en la abuela que mezcla francés, criollo e inglés en la misma frase mientras recuerda la escuela colonial. O en el joven que toca la segá, el ritmo criollo por excelencia, y te dice que la música fue su forma de resistir. Y es que, en Mauricio, cada persona tiene una historia que contar. Y si te sientas a escuchar, el viaje se vuelve profundamente humano e intenso. Porque entiendes que esta isla no es solo un lugar, es una suma de vivencias entrelazadas. Y que su verdadera riqueza está en su gente.
Viajar a Mauricio es, sin duda, una experiencia para los sentidos. Sus playas, su clima y su naturaleza, entre otros muchos aspectos, lo convierten en un paraíso evidente. Pero para quienes quieren algo más que belleza superficial, esta isla es también un viaje hacia el mestizaje, hacia la mezcla como forma de vida. Aquí, culturas que en otros lugares pueden parecer opuestas, conviven, se respetan y se nutren mutuamente. Desde Planes con Duende creemos que viajar así es la mejor manera de entender un lugar. Y Mauricio, cuando se recorre más allá de los paisajes, te regala una enseñanza que se queda contigo para siempre; que lo auténtico, lo profundo y lo bello muchas veces nace de la mezcla. ¿Te animas a descubrir esta isla con tanto Duende? Ya te decimos que aquí no solo encontrarás un destino… ¡Encontrarás una manera diferente de mirar el mundo!