Cuando uno piensa en Isla Mauricio, la imagen que suele aparecer es la de una tumbona frente a una playa de postal, con un cóctel en la mano y un sol resplandeciente durante horas. Y sí, esa escena existe. Pero quedarse solo con esa imagen sería perderse todo lo demás. Porque Mauricio es mucho más que un destino de resort. Es una isla con historia, con identidad, con mezcla. Es un lugar donde conviven culturas, religiones y sabores en armonía. Donde el verdadero lujo está, muchas veces, fuera del hotel.
En Planes con Duende creemos que viajar es encontrarse, y en Mauricio hay muchas maneras de hacerlo. A través de una conversación con una familia local, en el color de un mercado, en una bici entre plantaciones de caña o en un plato compartido bajo una palmera… ¡Esta isla tiene Duende! Pero para descubrirlo hay que alejarse de los planes convencionales y abrirse a lo auténtico.
Alojamientos con alma mauriciana
Mauricio tiene hoteles espectaculares, sí. Pero también tiene rincones donde hospedarse con Duende. Sitios donde el sonido de las olas se mezcla con risas y las conversaciones son tan cálidas como el clima. Porque, a veces, el verdadero lujo no es una piscina espectacular, sino una taza de té compartida en la terraza de alguien que te recibe como si te conociera de siempre. En Chamarel, por ejemplo, hay cabañas enclavadas entre montañas y plantaciones de café. Aquí, las mañanas comienzan con el canto de los pájaros y el olor de un desayuno hecho en casa. Más que servicio de habitaciones, hay historias. El dueño te contará por qué las tierras cambian de color, te enseñará a preparar una salsa picante local o te prestará una bici para explorar los alrededores.

Más al este, en Mahébourg, las guesthouses familiares conservan el ritmo lento y amable de los pueblos pesqueros. Son casas antiguas con patios interiores, habitaciones sencillas pero llenas de detalles (una flor en la almohada, un mapa hecho a mano…) Aquí, puedes sentarte en el porche al atardecer, hablar del tiempo con los vecinos o, simplemente, observar cómo cae el día con la tranquilidad de quien no necesita nada más. También existen proyectos sostenibles y ecológicos en la zona de La Morne o Roches Noires, donde la arquitectura tradicional criolla se mezcla con prácticas respetuosas con el entorno. El agua se calienta con energía solar, los jabones son artesanales y los alimentos vienen del huerto de al lado. Por cosas así, dormir en Mauricio puede ser también un acto consciente y respetuoso con el entorno.
Lo mejor de Mauricio ocurre fuera del hotel
Salir del hotel no es abandonar la comodidad, es adentrarse en la autenticidad. Porque en Mauricio, lo más interesante ocurre en las calles, en los mercados, en los caminos que no están en los mapas turísticos… Y para vivirlo, no hace falta hacer excursiones organizadas. Basta con perderse un poco. En Port Louis, la capital, el mercado central es un estallido de color, olores y voces. Aquí puedes encontrar desde frutas exóticas que ni sabías que existían hasta camisas hechas a mano. También, especias a granel o recuerdos que no están envueltos en plástico. Es un lugar donde la vida local late fuerte. Donde los vendedores te invitan a probar, a conversar, a entender un poco más cómo se vive aquí.



Si te alejas de la capital y alquilas una bici (¡fácil y barato!) puedes recorrer carreteras secundarias que atraviesan campos de caña de azúcar, aldeas tranquilas y costas sin turistas. En pueblos como Souillac o Cap Malheureux, la vida transcurre entre pesca, partidas de dominó y paseos junto al mar. Estos lugares tienen su propio ritmo. Otra forma preciosa de moverse es en autobús local; son viejos, a veces ruidosos, pero siempre pintorescos. Además, ofrecen una mirada sincera del día a día de los mauricianos. Te sientas junto a una señora con su cesta de verduras o junto a un joven que va al trabajo. Son trayectos que valen más que muchas excursiones. Porque, al final, Mauricio no se visita… ¡Se vive! Y esa vida no está encerrada entre paredes de hotel. Está ahí fuera, en cada esquina, esperando que alguien la sienta.
Comer sin bufés en Mauricio
La comida en los hoteles puede estar bien, claro. Pero si de verdad quieres entender Mauricio, tienes que salir a comer en la calle o en chiringuitos junto al mar. Aquí, la gastronomía es una mezcla deliciosa de África, India, China y Europa. Y cada plato es una historia de mestizaje, de migraciones y de cultura viva. Empieza por lo más sencillo: un dholl puri callejero. Son finas tortitas de guisantes amarillos triturados, rellenas de curry, chutney y encurtidos, que se venden en puestos ambulantes por menos de lo que cuesta un café. Es el snack más popular de la isla. Comértelo de pie, viendo pasar la vida, es casi un rito de iniciación a la cultura mauriciana.



Prueba también un curry criollo casero, con arroz, farata y mucho picante (a veces más del que esperas). En pueblos como Goodlands o Quatre Bornes encontrarás pequeños restaurantes familiares donde no hay carta, solo lo que se haya cocinado ese día. ¡Eso es garantía de sabor! Y si estás cerca del mar, busca un chiringuito de marisco donde el menú depende de la pesca del día. Langostas, camarones, pulpo al estilo mauriciano… Y todo con los pies en la arena, la sal en la piel y una cerveza local en la mano. Y si tienes tiempo, visita una finca de té en el centro de la isla. Allí no solo aprenderás sobre la producción, también podrás tomar un chai especiado con vistas a las plantaciones. Porque en Mauricio, incluso el té tiene Duende.
Viajar a Isla Mauricio es una oportunidad de descanso, pero también puede ser una oportunidad de conexión real, de descubrimiento. Más allá de los resorts, hay personas, historias, sabores y paisajes que solo se revelan a quien se atreve a salirse de lo preestablecido. En Planes con Duende, creemos que los destinos no son solo escenarios; son protagonistas. Y Mauricio, cuando se vive de la forma que hemos expuesto, es mucho más que una postal bonita. Es una isla donde cada paso fuera del hotel es un paso hacia lo auténtico. Así que, si sueñas con un viaje al paraíso, pero también con volver con algo más que fotos… ¡Mauricio puede ser tu próximo gran descubrimiento!