Thelma & Louise, Easy Rider o Pequeña Miss Sunshine. Da igual cuántas ruedas o qué tamaño tenga el medio de transporte que uses, cuando haces un viaje a través de la carretera, simplemente sucede la magia.
Un fly and drive es una de las mejores formas de conocer un destino fuera de convencionalismos, a tu ritmo, sin horarios, sin grupos, sin guía, pero con un programa predeterminado; es un viaje para curiosos.
No vamos a hablar en este artículo de cuánto cuesta la gasolina en la Costa Oeste de Estados Unidos, ni por qué lado conducen en Nueva Zelanda, ni siquiera de los documentos necesarios para conducir en el extranjero.
Para eso, ya sabes que puedes preguntarnos y que estaremos encantados de resolver todas vuestras dudas. Aquí vamos a hablar de sensaciones.
Pero cuidado, si te animas a hacer tu primer fly and drive, corres el riesgo de no querer volver a salir de la carretera
Visualízate mientras conduces a través de un paisaje increíble, y en la radio de fondo suena una canción. Se escucha un ukelele mientras recorres la isla de Maui en Hawaii. Suena Chuck Berry justo antes de llegar a Nueva Orleans por la Ruta de la Música. Las melodías de los Midnight Oil retumban en tus oídos mientras recorres la Gold Coast australiana.
Según la guía de viaje de Planes con Duende en pocos kilómetros hay un área de servicio que merece pena. Te bajas y sientes el aire puro y el silencio en las Rocosas canadienses. Percibes el olor a mate en el desierto de la Quebrada de Humauaca. Notas el aroma del azufre y el hielo en el Ring Road islandés. Huele a té verde y selva del norte de Tailandia.
Ya vas teniendo hambre (porque en un fly and drive los horarios los pone tu cuerpo, no el reloj) y habrá que parar a tomar algo. Saborea la mejor hamburguesa del mundo en el Fergburger de Nueva Zelanda, aquella pizza mientras recorrías la Toscana, un Boerewors que te comiste en la granja de la Ruta Jardín sudafricana o el salmón noruego que te puso aquella tendera junto a Bergen.
Esos olores, esa música, esa comida, eso es el viaje. Meses más tarde en tu ciudad, cada vez que escuches esa canción te transportarás a aquel paisaje. Cada vez que te llegue un olor similar, tu piel recordará lo feliz que se sintió en aquella carretera. Cuando pruebes algo similar, tu memoria instintivamente lo comparará con otro bocado. Porque al final viajar no es contar monumentos, ni kilómetros. Viajar es escuchar música, comer en una casa perdida y oler un área de servicio. Viajar es crear sensaciones que se quedarán contigo para siempre.
Nosotros nos encargamos de preparar un itinerario con lógica, adaptado a los días que tengas libres, para que puedas disfrutar realmente del destino y te preparamos una guía de viaje personalizada para ti. Nuestra guía siempre es importante, pero mucho más en un fly and drive, con información y sitios dónde poner en marcha tus sentidos a través de la ruta, paradas obligadas a pie del asfalto, sitios para comer o simplemente escuchar música.
Todo ello con nuestra seguridad y asistencia continua, tanto al teléfono como en el destino, para solucionar cualquier incidencia que pudiera surgir.