Cuando pensamos en Estados Unidos a menudo nos vienen a la mente sus grandes metrópolis: Nueva York, Los Ángeles, San Francisco… Rascacielos, luces y avenidas infinitas. Pero este país, con sus enormes dimensiones, tiene otras muchas facetas. En una de ellas, la más natural, ni suenan coches, ni hay neones que se iluminan. Solo se respira al ritmo del viento entre los árboles. Ese otro Estados Unidos lo componen sus parques nacionales, sus cielos inmensos y sus senderos.
Y es que una de las grandezas de este país no es otra que su naturaleza. Bosques milenarios que parecen de otro mundo, montañas que desafían al horizonte y paisajes que no caben en una sola mirada. Por eso, viajar por los parques nacionales del oeste estadounidense es una experiencia de conexión, de asombro y de silencio. Aquí no hay que hacer nada para sentirse pequeño. La naturaleza se encarga de recordártelo en cada paso.
Sequoia & Kings Canyon, donde los árboles susurran historias de milenios
Hay lugares que no se describen; se sienten. El Parque Nacional Sequoia y Kings Canyon son de esos. Entras por una carretera que serpentea entre colinas, y de pronto, los árboles empiezan a crecer. No poco a poco. No un poco más altos. Crecen hasta el cielo. Y es que esas sequoias gigantes no son árboles cualesquiera; son monumentos vivos, algunos con más de 2.000 años de historia. Han visto pasar glaciares, bisontes, fuegos, exploradores, poetas y generaciones de viajeros que, como tú, llegaron buscando algo que no sabían que necesitaban. Así, caminar entre ellas es como entrar en una catedral natural.
En este lugar, el aire huele a resina y humedad. Cada paso te invita a bajar el ritmo, a mirar hacia arriba, a quedarte en silencio… Aquí se contempla absolutamente todo. Senderos como el Big Trees Trail, Congress Trail o la subida al Moro Rock son accesibles y emocionantes. Pero lo mejor, sin duda, es encontrar esos rincones en los que no hay nadie. Solo tú. Por otra parte, en Kings Canyon, el paisaje se vuelve más salvaje. Menos transitado, más abrupto, con valles glaciares, ríos de montaña y cumbres que cortan el cielo. Aquí, el viaje se hace más introspectivo, más aventurero. Y eso también tiene mucho de mágico.

El Parque Nacional Olympic, tres mundos en uno
Pocas veces un solo parque nacional parece contener tres mundos distintos en un mismo mapa. Pero así es Olympic, en el estado de Washington. Una joya aún menos conocida que otros parques nacionales del oeste estadounidense. Y, por eso mismo, una perla para los que buscan algo diferente. En esta zona puedes empezar el día caminando por un bosque lluvioso templado, el Hoh Rainforest, donde los árboles están cubiertos de musgo y el verde lo inunda todo. Un lugar repleto de helechos. La humedad, los sonidos del agua, los pasos blandos sobre la tierra… Todo invita a perderse y encontrarse.
Ahora bien, a un par de horas en coche, el paisaje cambia por completo. Llegas a las cumbres de Hurricane Ridge, donde la nieve se asoma incluso en verano y las vistas te dejan sin palabras. Desde ahí puedes hacer rutas como la Hurricane Hill Trail (fácil y panorámica) o explorar zonas más remotas donde ver cabras montesas o incluso osos negros. Y para los que quieran contemplar el mar, Olympic también lo tiene. Playas salvajes y escarpadas como Rialto Beach o Ruby Beach, con troncos varados en la arena y donde el mar rompe contra las rocas con fuerza indomable. Es un litoral de otro tiempo, más salvaje que soleado, más para reflexionar que para tumbarse.
Así, por las sensaciones que transmite, Olympic es ideal para almas nómadas, para los que disfrutan de la variedad y de lo inesperado. En un solo día puedes mojarte en la selva, sentir el aire helado en la cara y terminar viendo una puesta de sol sobre el Pacífico. Y eso no lo puedes hacer en muchos lugares del mundo.



Senderos que no salen en las guías de Estados Unidos
En los parques nacionales de Estados Unidos es fácil seguir la ruta marcada, llegar a los viewpoints famosos, hacer la foto de turno que se vuelve viral y volver al coche. Pero si algo nos gusta en Planes con Duende es perdernos un poco. Dejar que el camino se alargue, que la naturaleza nos sorprenda y nos lleve más allá de lo común. Y ahí, precisamente ahí, es donde suelen ocurrir los momentos que más se quedan grabados.
En Sequoia, por ejemplo, puedes dejar atrás las rutas más concurridas y explorar senderos como el Crescent Meadow Loop, especialmente si lo haces temprano. A veces no ves a nadie durante horas, solo ciervos entre la niebla y pájaros que te deleitan con sus cantos. En Olympic, más allá del famosísimo Hoh Rainforest, hay rutas como la Sol Duc Falls Trail, menos frecuentada y con una belleza que se despliega en cada curva. Y si decides salirte aún más del camino, puedes encontrar senderos secundarios en Kings Canyon como el Mist Falls Trail o adentrarte en la zona de Mineral King, una región remota que muchos visitantes ni conocen. No hay WiFi. A veces ni señal. Pero lo que encuentras en esos caminos perdidos vale más que miles de ‘likes’ en redes sociales.



Estados Unidos es mucho más que su fama de excesos y ciudades gigantes. Es también una tierra de espacios abiertos, de cielos limpios, de caminos sin asfaltar… Y sus parques nacionales del oeste son uno de los patrimonios naturales más impresionantes del planeta. Sequoia y Kings Canyon, Olympic, y tantos otros como Yosemite, Zion o Glacier, son santuarios para el alma viajera. Lugares donde el asombro lo tienes asegurado, y donde caminar se convierte en una forma de meditación. Además, en Planes con Duende creemos que un buen viaje no se mide en fotos, sino en emociones. Y recorrer estos parques, con tiempo, con calma, con los sentidos despiertos, es una de esas experiencias que dejan huella. Porque aquí, no solo ves la naturaleza; formas parte de ella.