Adentrarse en las culturas ancestrales de las tribus del lago Eyasi
Si estás planeando un safari en Tanzania, el lago Eyasi debe ser una de tus paradas
obligatorias. Un lugar apacible donde siempre pasan cosas. Y con mucha vida a su alrededor.
Para que lo conozcas más, el lago Eyasi es el cuerpo de agua más grande de la región de
Arusha, en el norte del país. Un lago alcalino, estacional, alargado y poco profundo, ubicado
dentro del Gran Valle del Rift, justo al sur del Parque Nacional del Serengueti.
Un enclave privilegiado por el que transita una exquisita fauna y, por encima de todo, hogar de
tribus indígenas de lo más arcaicas, cuyas prácticas y cultura no harán más que sorprenderte y
hacer que entres plenamente en contacto con el entorno que te rodea. Sin más, te
presentamos a los que serían tus anfitriones por este espectacular recorrido.
Los ancestrales hadzas
Los hadzas son el pueblo por excelencia del lago Eyasi. Habitantes indígenas instalados en el
perímetro desde hace más de 10.000 años; hoy en día, en pocos asentamientos, que
constituyen la última comunidad cazadora y recolectora de África. Lo especial de la tribu hadza
es que mantiene su forma de vida tradicional y una relación simbiótica con su entorno. Y es
que el desarrollo de la región de Arusha apenas ha afectado a las prácticas de este pueblo, que
se continúa sustentando de la caza y de la recolección de frutas y miel.
Se estima que aún existe unos 1.200 hadzas en esta zona de Tanzania, aunque suelen vivir por
veintenas. Su idioma no se parece a otros de alrededor. Tampoco hay normas, ni jerarquía, y
todos los recursos deben compartirse. Es más, su cultura ancestral dictaba que debían acoger a
todo aquel que sufriera enfermedades, que fallezca, que viva en conflicto o que necesite
comida para proporcionarle ayuda. Sin embargo, la breve apertura que han experimentado los
hadzas a raíz del turismo les ha llevado también a acoger visitantes, a los que ofrecen una
visión única e inolvidable de la vida en el lago Eyasi.
Así pues, podrás conocer las cuevas en las que vive esta tribu que, al contrario que tú, carece
de vestimentas. Tan solo se cubren con pieles de animales sus partes íntimas. También podrás
presenciar cómo los hadzas cazan desde bien temprano en busca de comida. Todos sus
utensilios están fabricados a base de materiales locales, entre ellos, aquellos que emplean
para la caza: arcos ensartados con tendón de jirafa y flechas cubiertas con veneno letal. Una
exhibición cultural que se une a su forma de recolectar la miel, diversos frutos silvestres y a sus
espectáculos de danzas tradicionales. Una experiencia única en tierras tribales que no podrás
perderte, en el hermoso y privilegiado entorno que ofrece el lago Eyasi.
Solo tendrás que contemplar lo que te rodea y dejarte llevar por el ritmo de vida de la tribu.
Ten por seguro que estos hadzas derrocharán amabilidad durante toda tu visita.
Las tribus vecinas
Además de las hadzas, el lago Eyasi está también habitado por otra tribu más minoritaria.
Estos son los tindiga, una comunidad que basa su subsistencia también en la caza y la
recolección, aunque se muestran más abiertos en los últimos tiempos a cambiar su estilo de
vida a otro más moderno. Antes de adentrarse en el mundo civilizado, este pueblo nómada
vivía de lo que les proporcionaba el bosque, siendo una de sus práctica predilectas la caza de
monos.
Sin embargo, cerca de la zona del lago Eyasi continúan existiendo otras tribus que se
mantienen fieles a sus estilos de vida tradicionales. Una de ellas son los datoga, al sureste del
valle de Yaeda, conocidos por su habilidad para la metalurgia. Se dedican a forjar cobre y
aluminio en pulseras, cuchillos y otras herramientas. Además, hacen negocios con los hadzabe,
a quienes suministran puntas de hierro y lanzas a cambio de miel y frutas. Eso sí, los datoga
guardan ciertas similitudes con sus vecinos masai, pues también se dedican al pastoreo, portan
vestimentas de colores que les ayudan a mimetizarse con el entorno y las mujeres se valen de
escarificaciones faciales para verse más bellas.
Asimismo, también están los iraquíes o mbulu, un pueblo que llegó a los alrededores del lago
Eyasi hace unos 2.000 años. También son pastores, como los datoga y los masai, aunque con
los años se han ido desplazando hasta una zona donde el principal motor es el cultivo de
cebollas.
Una fauna exquisita
Pese a encontrarse bastante cerca de las tierras altas del Serengueti y el cráter Ngorongoro, el
entorno del lago Eyasi es bastante distinto. Su paisaje tropical contrasta con el de las áreas
colindantes, aunque ello no es suficiente para que exista una inmensa cantidad de fauna. Y es
que, al tratarse de un lago alcalino, no son muchos los mamíferos que hasta allí se desplazan
para beber de sus aguas. Es más, hay que tener en cuenta también el nivel de sus aguas, que
fluctúa según la época del año.
Durante la estación seca, el lago puede secarse casi por completo. Sin embargo, cuando las
temporadas son buenas, a los hipopótamos del Serengueti les encanta acercarse hasta allí para
refrescarse en sus aguas salobres. Lo mismo ocurre con los flamencos y los pelícanos, a los que
podrás contemplar en las orillas de lago Eyasi en época de reproducción.
Aparte de estas especias, otras muchas toman como hogar las palmeras que bordean el lago.
Los amantes de las aves estarán de suerte, pues encontrarán aquí un auténtico paraíso donde
tienen cabida la espátula africana, las gaviotas de cabeza gris, las avocetas de varios colores y
las cigüeñas de pico amarillo. Y, por supuesto, en los alrededores del lago Eyasi son frecuentes
también las abejas, que proporcionan a los hadzas la miel que recolectan desde hace siglos.
Además, las puestas de sol aquí son magníficas, ofreciendo una silueta de película de todos los
animales y vislumbrando el imponente Valle del Rift en la distancia.
En definitiva, visitar el lago Eyasi y todo lo que le rodea te permitirá familiarizarte con una vida
tribal singular, que difiere completamente de nuestros modos de vida actuales. En una
caminata ya notarás la gran importancia de los hadzas en la región, al igual que sus vecinos
datoga e iraquíes. Estas escapadas a pequeña escala son siempre una oportunidad para
conocer lugares impresionantes en un ambiente íntimo. Una ocasión para desconectar de lo
común y adquirir una visión única e inolvidable de una cultura ancestral.