En Indonesia, un país que a menudo se asocia a nombres famosos como Bali, Lombok, Borneo o las Gili, se esconde un archipiélago de pequeñas islas menos conocidas, pero rebosantes de alma. Islas que no aparecen en las postales más repetidas, ni en los itinerarios de los catálogos turísticos, pero que te pueden ofrecer un tesoro más valioso que cualquier fotografía. Nada más y nada menos que la posibilidad de viajar despacio, de sentir lo auténtico y de descubrir que, lejos de las multitudes, la vida se despliega con un ritmo distinto.
Es ahí donde se encuentra el verdadero Duende de Indonesia; en esas carreteras por donde no puedes pasar sin parar, en las aldeas que aún conservan rituales ancestrales, en los paisajes que no necesitan filtros, en los encuentros que suceden sin guion… Viajar por las islas menos conocidas de Indonesia es abrirse a la improvisación. Es dejarse llevar por el rumor del mar y el verde de los volcanes. Y también es aceptar que lo mejor del camino suele estar en los detalles.
Isla de Flores: volcanes, pueblos y carreteras serpenteantes
Quien llega a Flores descubre que esta isla no se visita; se recorre. Aquí, el viaje no se mide en kilómetros, sino en curvas. Las carreteras serpentean como cintas que se enroscan en montañas, bajan a valles, bordean arrozales y vuelven a subir hacia aldeas donde parece que el tiempo avanza más lento. Es una isla que aún invita a moverse en coche, con paciencia, con la ventanilla bajada, dejando que el paisaje y la vida local marquen las pausas. Pronto verás que Flores es tierra de contrastes. De volcanes que se alzan majestuosos hasta aldeas donde los mercados hierven de vida. Lo cotidiano se convierte en extraordinario. Así que para en un mercado local, prueba un café fuerte tostado en el momento e intercambia palabras y miradas…

Y, después, está el Kelimutu. Se trata de un volcán que parece sacado de un mito. En su cima, tres lagos de colores distintos cambian de tonalidad con la luz del día y la composición mineral del agua. Subir al amanecer, envuelto en el silencio y la bruma, es una de esas experiencias que te marcan. Además, en Flores, cada curva, cada parada improvisada y cada encuentro son parte del viaje. No hay prisa, porque la isla no se deja recorrer con celeridad. Se entrega poco a poco. Porque ya sabrás que lo esencial no se encuentra en lo inmediato, sino en lo que se vive en el camino.



Sumba, una isla indonesia de tradiciones
Si Flores es contraste, Sumba es pausa. Una isla que parece hecha para quienes buscan conexión, no distracción. Aquí, el tiempo no corre; se desliza lentamente, marcado por el sonido del viento entre los árboles y el ritmo de las mareas. Sumba es una tierra donde las tradiciones no se muestran para el turista, sino que se viven en el día a día. Sus aldeas de piedra, con casas de techos altos en forma de torres, son escenarios de rituales animistas que aún forman parte de la vida comunitaria. Todo rebosa espiritualidad. Con lo cual, asistir a una de sus ceremonias es comprender que la relación con los ancestros, con la tierra y con los ciclos de la vida sigue siendo el centro de todo.



El arte también late fuerte aquí. Los textiles de Sumba, tejidos a mano con paciencia, no son simples recuerdos. Son narraciones, símbolos de identidad, obras que cuentan la historia de un pueblo… Observar a las mujeres tejer es un privilegio que te conecta con un saber ancestral. Y, después, están las playas. Arenales solitarios, infinitos, donde el mar rompe con fuerza y puedes caminar durante horas sin encontrar a nadie más. Playas que no aparecen en guías ni en redes sociales, pero que se convierten en escenarios de una de las experiencias más simples y poderosas que puedes vivir: estar a solas con el océano. Por todo ello, en Sumba, el lujo es la sencillez. Dormir en alojamientos pequeños, dejar que el día pase sin horarios, compartir sonrisas con niños que juegan descalzos… En esa sencillez y pausa está la esencia de esta fascinante isla.



El lujo de lo auténtico en Indonesia
Viajar por estas islas menos conocidas de Indonesia supone renunciar a ciertas comodidades… Sin embargo, a cambio, recibes lo que de verdad importa. Menos hoteles de lujo, más autenticidad. Sin casi cobertura y con más conexión real. Menos consumo, más experiencias que se guardan en la memoria. El lujo de lo invisible se encuentra en los gestos; en la mirada agradecida de una familia que comparte contigo su mesa, en la historia que un anciano cuenta al caer la tarde, en el momento en que el sol se esconde y el cielo se llena de estrellas… Es el lujo de lo esencial. Por eso, en estas islas, la ausencia de grandes cadenas hoteleras no es una carencia… ¡Es toda una oportunidad! Dormir en alojamientos familiares, en eco-lodges o en pequeñas casas junto al mar te permite sentir que formas parte de algo más grande que un simple itinerario turístico.



Lo invisible también está en los silencios; en los caminos sin coches, en las playas sin tumbonas, en los senderos donde lo único que se escucha es el canto de los pájaros o el rugido lejano del mar… Son lugares donde la desconexión tecnológica se convierte en reconexión personal. Porque, a veces, perder la cobertura es el mejor regalo. Obliga a estar presente, a mirar alrededor, a conversar, a escuchar… Y en ese vacío aparente, aparece lo más valioso: la posibilidad de estar de verdad en el lugar, y en el momento.



Indonesia es un país inmenso, con más de 17.000 islas, y es fácil dejarse llevar por los destinos más populares. Sin embargo, en sus islas menos conocidas se esconde un tesoro para quienes viajan con calma y con apertura. Y es que tendrás la posibilidad de experimentar un país que aún guarda su esencia intacta. Desde Planes con Duende animamos a descubrir esta faceta de Indonesia a quienes saben que la riqueza de un destino no se mide en comodidades, sino en la profundidad de lo vivido. Porque este país no es solo playas ni postales perfectas. Es también volcanes que cuentan historias, aldeas que conservan rituales, playas que regalan soledad y silencios que invitan a escuchar. Y es en esas islas menos conocidas donde el Duende aparece; en lo inesperado, en lo invisible, en lo auténtico…