Costa Rica no es solo un destino de playas infinitas, volcanes humeantes o aventuras en la selva. Es, sobre todo, un país con alma. Un lugar donde lo más valioso no siempre está a la vista, sino en los gestos, en las voces de quienes habitan estas tierras, en la manera en la que el tiempo parece detenerse para dar paso a lo importante… Es un país pequeño en tamaño, pero inmenso en esencia. Y cuando uno se aleja de los itinerarios más trillados, encuentra una Costa Rica que no está diseñada para el turista, sino que se abre para el viajero.
Desde Planes con Duende creemos que los mejores recuerdos se construyen con personas, con momentos inesperados, con esos instantes en los que sientes que formas parte de algo. Costa Rica, en su versión más auténtica, es eso: una experiencia viva. Un encuentro con la hospitalidad sincera, con el compromiso con la tierra y con la historia que aún se transmite de generación en generación. Por cosas así, viajar por la Costa Rica más auténtica abarca multitud de aspectos; abarca conversaciones, compartir una taza de café, despertarse en medio de la niebla… Experiencias que deseamos que vivas.
Pequeñas comunidades con gente de grandes corazones
Uno de los grandes tesoros de Costa Rica son sus comunidades rurales, donde todavía se puede vivir un turismo que respeta los tiempos y los valores del lugar. En destinos como San Gerardo de Dota, enclavado en el bosque nuboso de los cerros de Talamanca, serás acogido como un huésped en casa, no como un cliente. Aquí, la vida gira en torno a la observación de aves, los paseos tranquilos y las sobremesas largas. El quetzal, ave sagrada para muchas culturas precolombinas, es uno de los habitantes más ilustres del lugar, pero son las personas quienes lo convierten en un destino especial.

Otro rincón con alma es Bajos del Toro, donde las montañas, las cascadas y los ríos crean un escenario de cuento. Pero lo verdaderamente mágico de este lugar es la conexión con su gente. Son familias que han decidido quedarse, cuidar su tierra y compartirla desde la humildad y la generosidad. Aquí no hay cadenas hoteleras ni grandes desarrollos turísticos. Hay casas convertidas en posadas, senderos mantenidos por los propios vecinos y sonrisas que no se fingen. Y es que viajar a lugares como estos es apostar por una forma de conocer un país que se mide en emociones, no en kilómetros.
Un modo de vida sostenible en Costa Rica
En Costa Rica, la sostenibilidad no es una tendencia, sino una convicción. Este país ha sabido proteger su patrimonio natural a la vez que impulsa modelos de desarrollo que beneficien a sus comunidades. Dormir en alojamientos ecológicos, por ejemplo, te permitirá disfrutar del confort sin renunciar al respeto por el entorno. En nuestra agencia podemos ofrecerte hoteles y lodges diseñados para integrarse con el paisaje, construidos con materiales locales, que utilizan energías renovables y promueven prácticas como el compostaje o el reciclaje.



Pero la sostenibilidad en Costa Rica va más allá de lo ambiental. También es social y cultural. Compartir con cooperativas de mujeres que producen mermeladas, artesanías o cosmética natural es una forma de apoyar directamente la economía local. Visitar un taller donde se reciclan botellas para crear arte o una comunidad indígena que enseña su cosmovisión es participar en un modelo de turismo que suma. Y esta, sin duda, es una forma de viajar que transforma. En Planes con Duende creemos que el verdadero lujo es viajar con impacto positivo y Costa Rica es un país pionero en demostrar que esto no solo es posible, sino profundamente enriquecedor.
Café, trapiches y tradiciones vivas
Ahora bien, si hay algo que conecta a Costa Rica con su historia y su gente, es el café. Más allá de ser uno de sus productos de exportación más reconocidos, el café costarricense es un símbolo nacional, parte del ADN del país. Visitar una finca cafetalera es adentrarse en los ritmos de la tierra, en los procesos que transforman un grano en una bebida con alma. Es recorrer plantaciones en las laderas, participar en la recolección o aprender a catar los distintos perfiles de sabor. En zonas como Tarrazú o Naranjo, el café es toda una tradición familiar que sigue latente de generación en generación.



Igual de fascinante es descubrir los trapiches, antiguos molinos donde se extrae el jugo de la caña de azúcar. Algunos siguen funcionando y sus dulces productos (como la tapa de dulce o la miel de caña) son un viaje directo a la infancia de muchos costarricenses. En estos espacios, la hospitalidad se mezcla con el sabor. Y la marimba, los bailes típicos, las leyendas contadas al calor del fogón o las ferias de pueblo donde todo gira en torno a la comida, la música y la comunidad, completan una experiencia donde la tradición no es un recuerdo, sino algo que se vive cada día. Porque Costa Rica no se queda anclada en su pasado, pero tampoco lo olvida. Lo celebra y lo muestra a los viajeros con orgullo y autenticidad.
La Costa Rica auténtica no está en los folletos ni en los rankings. Se trata de un destino que no se recorre solo con los pies, sino con los cinco sentidos. Porque cada aroma de café recién molido, cada melodía de marimba, cada bocado, cada paisaje que se abre al doblar un camino de tierra, te recuerda que estás en un lugar que vibra con vida propia. Desde Planes con Duende creemos en los viajes que transforman. Y Costa Rica, en su versión más honesta y cercana, es uno de esos destinos capaces de dejar huella. No solo en la memoria, sino también en la forma en que entendemos el mundo. Por eso, te invitamos a descubrirla con respeto y con curiosidad. Porque aquí, más que turistas, seremos invitados a vivir, sentir y compartir.